Por: Víctor Gabriel García Sánchez
Con Pátzcuaro, siempre es amor a primera vista. A solamente 45 minutos de Morelia, capital de Michoacán, se encuentra este bello y misterioso lugar. Colonial, tradicional e indígena, Pátzcuaro es un pueblo único en su peculiar magia. Si le tienes miedo al compromiso y crees que aún no es momento de entregarle tu corazón, aquí te damos tres motivos para enamorarte.
- Por el atractivo de su arquitectura
El Centro Histórico de Pátzcuaro es tan pintoresco como un cuadro, formado por casonas blancas, mansiones señoriales, patios amplios y románticas calles empedradas alrededor de la plaza principal, la Vasco de Quiroga, una de las más lindas de México.
Además de sus fuentes y sus arcos, en Pátzcuaro abundan las iglesias, los palacios y las construcciones centenarias, como son la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, construida sobre un centro ceremonial prehispánico y que curiosamente no está en el centro del pueblo; el Templo y Ex Colegio de la Compañía de Jesús, en cuya torre está un reloj que fue desterrado de España por dar la hora incorrecta; El Sagrario, un templo que tomó dos siglos en completarse; la Fuente del Torito, que fue acusada de homicidio imprudencial y que tuvo que ser cambiada de lugar; y la plaza Gertrudis Bocanegra o “plaza chica”.
La región es conocida en todo el mundo por su celebración del Día de Muertos, que atrae a miles de visitantes en busca de la belleza de la cultura mexicana. Durante el 1 y 2 de noviembre, las poblaciones de la zona lacustre, como Janitzio, Tzintzuntzan e Ihuatzio, recuperan las creencias originarias de nuestro país, celebrando tanto a los muertos chicos y grandes, como a la muerte en sí misma, cubriendo cada rincón de los cementerios con el aroma del cempasúchil, y los colores de las ofrendas.
Pátzcuaro es un pueblo que brilla por las manos mágicas de sus artesanos, quienes saben plasmar su cosmología y sus creencias en bellísimas piezas de distintos materiales como barro, metal, madera, textiles, piedra y hasta fibras vegetales. Cada uno de ellos es un modo más de expresar las tradiciones de Pátzcuaro
Aunque hay muchos lugares para acercarse a la artesanía michoacana, hay algunos que tienen un “no sé qué” que los distingue del resto. Uno de ellos es la Casa de los Once Patios, un conjunto de edificios coloniales que solía ser hogar de las monjas Dominicas. Hoy, está dedicado a exponer las artesanías que se crean en sus talleres.
Otro, es el Palacio de Huitziméngari, antigua residencia del último gobernante purépecha, en cuyo patio enmarcado por columnas se reúnen los artesanos para exhibir sus piezas. Vale también mucho la pena ir al Museo de Artes e Industrias Populares, en el Antiguo Colegio de San Nicolás, que tiene una de las mayores colecciones de lacas y maque, un delicado arte que ha sobrevivido el paso de los siglos. Y, por supuesto, no podemos olvidar el Mercado de Artesanías y Antojitos, muy cerca de la Plaza Chica, un mosaico de color que te robará el corazón.
- La seducción de los sabores de Pátzcuaro
Con sabores a otros tiempos, especias que recuerdan un pasado ancestral, y preparaciones con aroma a hogar, la gastronomía de Pátzcuaro es irresistible.
Están, por un lado, los tamales: de maíz tierno, de ceniza o de zarzamora; por otro, los platillos salados como la sopa tarasca, la olla podrida (con un nombre poco afortunado, pero hechos con pollo, res, cerdo y verduras frescas), el churipo (caldo de chile rojo con res) o los charales; y por supuesto, los postres, como chongos zamoranos, chocolate de metate, dulce de chayote, y la popular nieve de pasta.
Pero no te preocupes por tu dieta, pues comas lo que comas, Pátzcuaro te querrá por toda la vida, como tú lo querrás, desde el primer instante que lo veas.