Por: Alma Cecilia Barajas Acosta
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al bajar del vehículo y por instinto, intenté calentar mis manos frotándolas entre sí ya que una vez más, había subestimado el clima. Pero aun así, todavía puedo decir que valió la pena. Una de las primeras cosas que hice, fue respirar ese aire que gracias al sitio donde me encontraba, se podría calificar como limpio.
Otra, fue admirar aquella vista de pastizales completamente verdes, alguna que otra casa se veían a la distancia, los árboles del lugar, emanaban cierta tranquilidad envidiable. Simplemente, un paisaje que no todos los días se disfruta y lamentablemente, ya difícil de encontrar.
En la radio acababan de mencionar que la temperatura máxima para ese día, sería de 20 grados Celsius; sin embargo, tuve que verificar que todas las ventanillas del coche estuvieran cerradas para poner la calefacción porque mis manos parecían un témpano de hielo. Conforme la pequeña y estrecha carretera me guiaba hacia mi destino, la neblina comenzaba a aparecer, señal de que aquella cifra meteorológica, sin duda no se aplicaba al lugar al que iba: La comunidad de San José del Cerrito.
El auto se bamboleaba de un lado al otro mientras intentaba esquivar los numerosos baches y zanjas que se encontraban en la carretera. Gracias a Google Maps pude darme cuenta a tiempo, que había girado en una calle equivocada y así reanudar el camino correcto. Tras un poco más de media hora de trayecto, había llegado a mi destino: El Club Hípico Tarasca.
Lo primero que vi al ingresar al Club Hípico, fueron tres caballerizas. Y como toda fanática de los animales, me acerqué a ellos incluso antes de hacer acto de presencia con la persona a quien ese día iba a entrevistar. Tras unas cuantas fotos a los tres caballos que ahí se encontraban, procedí a adentrarme en el lugar.
Fue justo a un costado de la pista de equitación donde encontré a Andrea, una mujer joven y muy amable, ya que a pesar de no haber sido informada por el recepcionista de mi visita, decidió atenderme. Ella ya acostumbrada al clima del lugar, llevaba un chaleco que sólo me recordó mi mala decisión al haber subestimado las temperaturas pronosticadas para ese día. Estaba por impartir una clase de equitación a una chica cuya familia se encontraba presente. Después de una breve introducción sobre lo que trataría la entrevista, Andrea me cedió unos minutos de su tiempo para las preguntas.
Andrea Gómez es una persona que estudió turismo pero que desde pequeña estuvo en contacto con los caballos, sintiendo desde entonces una conexión muy importante hacia ellos. Tras años después de haberse separado de ese ambiente decidió volver a involucrarse en el, pero ahora con un nivel de preparación más enfocado.
–Hace un año me llegó la propuesta de que había unos cursos de equinoterapia que son con una señora alemana con una experiencia y un admirable profesionalismo en el tema llamada Edith Gross. Fui a capacitarme con ella. Tomé varios módulos y los estoy poniendo en práctica aquí en el hípico.
En ese momento nos encontrábamos frente a la pista de entrenamiento, Andrea volteaba en algunas ocasiones hacia ése sitio para darle algunas indicaciones a la chica que estaba practicando equitación, a la vez que proseguía a platicarme en qué consistía esa práctica denominada, equinoterapia, para la cual, había asistido a Tepoztlán, Morelos -específicamente al Hípico El Suspiro- para prepararse.
–La equinoterapia es para personas que tienen capacidades diferentes, algún problema de motricidad o cualquier tipo de desarrollo.
Ahondando más en el tema, este tipo de prácticas se ha llegado a considerar como un nuevo modelo terapéutico y de aprendizaje, ya que se crea una interacción entre el paciente y el caballo que llega a generar grandes beneficios. Entre los ya mencionados se puede encontrar el desarrollo de habilidades motoras, desarrollo de comunicación, fomento de la coordinación psicomotriz fina y gruesa, regulación del tono muscular, ajuste emocional, mejoramiento de la postura, e incluso el autocontrol de las emociones entre otras más. Una de las principales preguntas que le realicé a Andrea, fue a partir de qué edad se podía comenzar con estas terapias, su respuesta fue la siguiente.
–No hay edad, puede ser desde un bebé hasta un adulto mayor. Cuando son muy bebés, iría más enfocado a lo que es estimulación temprana. Sin embargo el inicio de una Equinoterapia es recomendable a partir de los 2 años en adelante. Lo único contraproducente es que si la persona es más alta que yo y necesita monta gemela, no podría hacerlo por la estatura y porque no tendría visibilidad. Si la persona se puede sostener completamente sola, se trabaja desde abajo, es decir, el terapeuta con ayuda de un jalador (caballerango o ayudante) trabajaría a un costado del caballo. Es importante que el paciente pueda tener estabilidad en su cuerpo. Con niños menores, no hay problema porque yo me subo con ellos y trabajamos juntos.
Mientras me comentaba lo anterior, hizo una breve pausa para explicarme en qué consistía la monta gemela. Un tecnicismo dentro de la equitación que consiste en que el terapeuta, en este caso Andrea, esté sobre el mismo caballo junto con el paciente.
-¿Qué tipo de actividades se realizan en una clase de equinoterapia?
– Son muy variables. Pueden ser estirar brazos, abrirlos y cerrarlos. Otro ejercicio es el patrón cruzado, el cual consiste en poner la mano derecha arriba y que toque la punta del pie izquierdo. Aunque parezca súper sencillo, hay algunas personas que les cuesta trabajo lograrlo, entonces, al realizarlo están coordinando. También hay actividades que consisten en aventar pelotas, aros, poner pinzas de colores en la crin del caballo. Tú pides un color determinado de pinza y el paciente te la tiene que dar, con esto hace fuerza con su mano para entregarte la pinza y viendo el juego de colores.
Andrea comentó que es muy importante el tener un certificado médico que apruebe que el paciente se encuentre apto para recibir este tipo de terapias, ya que si la persona ha sufrido de alguna operación en la columna o tiene problemas con ésta misma, la terapia en lugar de ser en su beneficio le podría agravar el problema.
Otro de los requisitos indispensables a tener en cuenta es que haya pasado mínimo un año sin que el paciente haya tenido un episodio de convulsiones. Lo ya mencionado, por cuestiones de seguridad, ya que cuando éste vaya a montar a caballo no se corra el peligro de que se pueda presentar un algún accidente.
Cabe mencionar que a este tipo de terapias no se les da mucha difusión, a pesar de que en el país ya son varios años los que se llevan implementándose. Una de las razones podría ser que en realidad son pocas las personas que realmente se encuentran preparadas para impartir este tipo de terapias, ya que como Andrea mencionaba en un principio, “todo el tiempo debes estarte actualizando. No existe un mes determinado pero uno debe estar leyendo, estudiando, asistir a todos los cursos posibles porque a fin de cuentas estamos de la mano a la medicina y ésta avanza rapidísimo. Así que tienes que estar al pendiente de todo”.
Precisamente en el lugar en dónde me encontraba en ese momento, el Club Hípico Tarasca, es uno de los pocos sitios en Morelia donde se imparten este tipo de terapias, las cuales tienen un costo de trescientos cincuenta pesos. Quizás esta cantidad para una persona que no cuenta con los recursos suficientes es algo exagerada e incluso imposible de permitir, es por eso que el mismo Club realiza en situaciones como esta, estudios socioeconómicos para de esa forma poder apoyar a las familias que realmente necesiten de este tipo de terapias.
-¿Cuánto tiempo duran las terapias?
-Para las personas que van empezando se recomiendan entre 20 y 30 minutos porque es una terapia muy cansada.
-¿Cuántas veces a la semana es recomendable repetirla?
Yo recomiendo dos. Pero muchas veces las posibilidades económicas no son las más adecuadas. También depende de qué tanto se quiera involucrar el paciente, o la familia de éste. Esto no es mágico, no te podría dar una respuesta y decirte que en tres meses o en cuatro, va a estar perfecto porque depende mucho del paciente, de las ganas, del apoyo en casa.
Son distintos los casos que se pueden tratar con este tipo de terapias, los cuales van desde el autismo, hasta Síndrome de Down, incluyendo las lesiones medulares y cerebrales, la distrofia muscular e incluso la parálisis cerebral. Un comentario importante que rescata Andrea en la entrevista y relacionado con lo anterior, es el siguiente.
-El tomar equinoterapia no significa que inmediatamente todo se va a resolver o que se eliminará el padecimiento, es una alternativa de mejora y que en la cual se han comprobado grandes avances. Debe estar acompañada de otra terapia según sea el caso, puede ser con un neurólogo, terapias de lenguaje, rehabilitaciones entre otros. Es de suma importancia el estar en constante comunicación con los doctores y padres o tutores para ser guías mutuas y tener mejores resultados, simplemente es un trabajo en conjunto.
Así como son muchas las enfermedades o trastornos que se pueden ayudar a contrarrestar con ayuda de la equinoterapia, son muchos sus beneficios. Todo esto gracias al animal con el que se ponen en práctica. Entonces… ¿qué es lo que tienen los caballos que ayuda a generar todos estos cambios?
–Uno que ama los caballos puede decir que todo. Una de las principales características es su paso, son muchísimos movimientos los que están ejerciendo que el cuerpo se acomode a ellos y entonces estás coordinando y teniendo una relación con el caballo, lo cual crea una estimulación. Se ha intentado inventar máquinas que simulen todos estos movimientos multidimensionales, pero simplemente no han funcionado. Cuando montamos a caballo se activan flujos ascendentes y descendentes en el sistema nervioso, mejorando el esquema corporal, las reacciones de equilibrio y la postura favorece el tono muscular y aprendizaje motor. La temperatura del caballo influye muchísimo en las personas que tienen problemas con las piernas, como está calientito les ayuda a ir relajando los músculos y poder trabajar más fácil. La marcha del caballo es lo principal.
Antes de asistir a la entrevista, había indagado en internet que la temperatura de estos animales varía entre los 37 y 38 grados centígrados. Con el comentario anterior de Andrea, me pude dar cuenta que aquello que ayudaba a los pacientes, eran características propias de cualquier clase de caballo. Entonces me surgió la duda si para que esta terapia funcionara se necesitaba de un diferenciador que el hombre le añadiera al animal, en este caso, un entrenamiento.
–Tanto así como adiestramiento no, simplemente tiene que cumplir con algunas características. No puede ser muy alto. Tiene que ser un caballo mediano y que no sea muy flaco, porque sus mismos huesos pueden lastimar al paciente y si nos subimos dos personas, se debe tener en cuenta el peso. Debe ser muy mansito, que sea un caballo muy tranquilo que no le de miedo y que tu sepas que no se va a asustar con cualquier cosa. Puedes darle un adiestramiento pero de preferencia hay caballos que cumplan con estas características. Muchos de los caballos que se utilizan para este tipo de terapias son los caballos ya un poco viejitos, caballos que ya no van a trabajar con alto rendimiento como años atrás.
A pesar de haber comenzado a prepararse apenas hace un año para poder impartir este tipo de terapias, conforme iba avanzando la entrevista, Andrea Gómez me respondió a todas las preguntas que le realicé con un dominio total del tema, y claro está, con una pasión que solamente suelen tener las personas que están tan entregadas en lo que hacen.
Al término de las preguntas le agradecí los minutos que me había brindado de su tiempo y estreché su mano en señal de despedida. Ella se dirigió hacia la pista de equitación para dar inicio a una clase que debido a la entrevista se había postergado quizás un poco más de lo esperado.
Permanecí unos minutos más en el Club Hípico Tarasca, tomando algunas fotos y conociendo más el lugar. El frío, en ese momento ya había pasado a un segundo plano. Mientras caminaba por algunas de las caballerizas me di cuenta de que a veces, no es necesario someterse ante tratamientos tan dolorosos o que se convierten en una tortura para quienes lo reciben. A veces, sólo es cuestión de indagar lo suficiente para darse cuenta que la ayuda a lo que muchas personas considerarían un problema o incluso un desafío, está en la naturaleza, en los animales, y en este caso, en los caballos.