Cerveza, se sube a la cabeza… del mercado

Por: José Antonio Alvarez Santoyo

La vida en el campo comienza temprano, a oscuras. A las 7 de la mañana en el pueblo de Janamuato se observa por la calle fría el peregrinar de las personas a sus labores; las señoras pasan cargadas con cubetas de maíz hacía el molino, con la cabeza cubierta por un rebozo.

Los hombres en general visten igual entre ellos: pantalones de mezclilla gastados para el trabajo, con una sudadera para aguantar la baja temperatura matinal y con gorra o sombrero para cubrirse del sol que los acompañará en su jornada de trabajo, por regla general viajan con una bolsa donde llevan agua y su almuerzo para la hora del descanso.

Es sábado, día de paga y, como es costumbre, muchos saliendo de trabajar irán a relajarse a algún punto de venta de cerveza.

El trabajo es físico, pesado, agotador, las actividades son diversas; los que trabajan en las pa rcelas o cuidando ganado que son la mayoría tendrán que estar a merced del sol hasta completar la jornada de alrededor de ocho horas, levantando bultos de semilla, fertilizante o alimento para los animales, entre otras muchas de las labores que realizan. Se vislumbra una esperanza sin embargo al final del día; es sábado, día de paga.

El salario que oscila de los 120 a los 150 pesos diarios les da la posibilidad de tomarse unas caguamas saliendo del trabajo.

No es de extrañar que la industria cervecera en México sea un gran negocio. El mercado no ha detenido su crecimiento. Según Forbes, en los últimos seis años, el valor del mercado cerve­cero aumentó 30%, impulsado por el incremento de precios, según el Instituto Nacional de Estadística, pues el consumo creció sólo 2%.

La escena se repite cada fin de semana, a los puntos donde venden cerveza empiezan a concurrir los trabajadores del campo, aquí se toman caguamas, las cervezas pequeñas son para ocasiones especiales, por 25 pesos obtienes un litro de bebida refrescante, ligeramente amarga.

El bar de “Fierros” en particular es un cuarto oscuro, con techo de teja, mal iluminado con una mesa de la cervecería corona y cuatro sillas para sentarte que hacen juego, un par de sillas de metal tejidas con plástico del asiento y el respaldo, el otro sitio para reposar es un asiento viejo que lo sacaron de alguna camioneta, pegada a la pared se encuentra la hielera donde se conservan heladas las bebidas.

El baño, es una cubeta de pintura de 20 litros depositada en un rincón del local, sin ningún tipo de puerta, cortina u otra cosa que brindé algo de privacidad, cuando uno va a orinar está a un par de metros de los demás clientes, nadie se fija, es algo normal sobre todo cuando la causa de orinar es la cerveza ingerida con el pasar de los minutos.

Cuando yo llego, aproximadamente a las 4 de la tarde voy con la idea de tomarme una caguama, quizá dos. Mi amigo de la infancia Jesús me acompaña, al llegar al lugar están solo el fierros y uno de sus clientes asiduos; el machín, entre ambos hay cosas en común, son altos, corpulentos, pueden platicar durante horas de cualquier cosa y ambos están bebiendo.

Ya con la caguama en mano repartida por  el dueño que mide alrededor de 1.90 y su corpulencia es imponente, más aun en un cuarto pequeño como ese. Está sobre la mesa el tema del quinceañero, un joven que por su cumpleaños número 18 hará una fiesta en grande, con vals y “chambelanas” incluidas, algo que no se había visto en aquellos lugares, las opiniones son variadas, algunos comentarios hilarantes, los temas cambian luego se retoman, las caguamas siguen circulando, voy por la segunda.

Se habla de cómo las antiguas pirámides debieron ser construidas por extraterrestres, de si existe un monstruo submarino en una presa cercana, al llegar más comensales la plática toma un matiz más terrenal, para las seis de la tarde el cuarto ya está lleno, los asientos ocupados. Es unánime todos tiene su caguama y la actitud es general: no será la última del día.

Con este sabor amargo, pero refrescante, que tanto gusta en México no es de extrañar el optimismo de las cerveceras en cuanto el crecimiento en el mercado nacional. Business International Monitor preveé que la expansión del mercado en el país no se va a detener. “Con la aceleración del crecimiento del consumo privado en 2015, creemos que el sector cervecero mexicano ofrecerá oportunidades atractivas en cinco años”. Si se toma a 2013 como base, el incremento de las ventas anuales será de 7.9% hasta 2018, son las cifras de la consultora.

Para las 8 de la noche ya llevó cuatro, el número de clientes se mantiene estable, alrededor de 10, entre los que llegan y se van. Regresar a mi casa a comer después de la segunda es una idea lejana, la mezcla de agua, cebada, lúpulo y alcohol fermentado mediante levadura me ha quitado el hambre. Aun así es hora de retirarme, cuando así lo digo me detienen – Tomate otra- me dice un tipo joven, menudo, de complexión delgada: debe ser el más bajo en el lugar, lo cual es poco considerando que la mayoría rebasan los 180 centímetros de estatura, tiene unos treinta años y no lo conozco – dale otra Fierros, yo la pago.

Agradezco el trago y me quedo un poco más, todos los que estamos hemos ingerido entre 4 y 5 caguamas cada uno, lo cual equivale casi a un día de salario de un jornalero y la mayoría aquí lo son.

No es de extrañar que empresas internacionales como Heineken y AB In­bev  hayan puesto su vista en el país, comprando la mayoría de las acciones de las cerveceras Cuauhtémoc- Moctezuma y grupo Modelo. Dichas empresas extranjeras controlan ya alrededor de 95 % del mercado mexicano.

Después de finiquitar esta última cerveza invitada ha llegado ahora si el momento de irme. Surgen nuevas invitaciones que rechazo lo más cortésmente que puedo, los vapores del alcohol han subido ya a mi cabeza, la sensación es placentera pero no durará si sigo bebiendo así. Me retiro pensando en las grandes ganancias que deben tener las empresas del ramo, sí una persona está dispuesta a gastar un día de su salario a la semana en cerveza no les debe ir nada mal.

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