Por: Alma Cecilia Barajas Acosta
Sunka Raku alegría evanescente, es uno de los más recientes trabajos del director, actor y músico mexicano, Hari Sama. Documental que se estará exhibiendo durante el 13º Festival Internacional de Cine de Morelia, en el cual se podrá conocer sobre la ceremonia del té japonés y la historia que hay detrás de la persona que se ha dedicado a la realización de éste mismo por más de 40 años.
Sunka Raku a pesar de tener un nombre japonés, es un documental mexicano dirigido por Hari Sama, el cual tiene una duración aproximada de dos horas. El filme se encuentra dividido en 4 partes, las cuales, son tituladas con cada uno de los nombres de las cuatro estaciones del año, comenzando con invierno, primavera, verano y otoño, esto debido a que se considera que cada etapa de la vida del ser humano se siente como un cambio de estación.
“Los humanos los veía yo, como seres enfermos, como seres no gratos” Es una de las primeras frases con las que inicia el documental y que es mencionada por su protagonista.
La historia gira en torno a la vida de Roberto Behar, un hombre que de pequeño vivió en un internado debido a la separación de sus padres, a partir de ese momento la perspectiva que él tendría del mundo cambiaría para siempre, definiéndolo así como otra persona muy distinta al niño que era.
La vida del protagonista -dividida en las cuatro estaciones del año- se puede visualizar en distintas etapas diferentes por las que pasó Roberto Behar, comenzando con su infancia, la época en donde se fue a París para poder aprender más sobre su gran pasión: la música, su trabajo como publicista y entrenador de halcones, y por último, su acercamiento al té japonés.
Sunka Raku, es un documental en el que se pueden apreciar hermosas imágenes de la naturaleza, que cuenta con diversos testimonios de las personas más cercanas a la vida del personaje principal y sobre todo una historia donde se podrá conocer un poco más sobre la forma en la que el hombre, día con día intenta obtener eso tan anhelado que sólo puede provocar la paz interior, algo que al final de todo sólo será una alegría evanescente.