Por: Mayra Alejandra Toscano Villicaña
“Y prefirió a la maldita…”
-“Mi ex novio venía aquí a jugar diario. Me tenía harta, a veces yo quería platicar de algo que no fuera videojuegos. No todo en esta vida son videojuegos. Hasta que llegué al grado de decirle –o tu maldita consola, o yo, y prefirió a su maldita consola.”
Ella se hace llamar “Yuri Hen”, que significa: chica pervertida con chicas. Trabaja en la plaza de la tecnología de la ciudad de Morelia. Al interior de ésta, se encuentra la Friki Zone (zona friki), que abarca todo el segundo piso del lugar. Friki es un término coloquial para referirse a una persona cuyas aficiones, comportamiento o vestuario son inusuales, tales como la adicción a los juegos de video o juegos de carta. Friki Zone está repleto de ellos.
Yuri Hen trabaja ahí desde hace tres años porque le gusta el mundo de los videojuegos y, ¿qué mejor trabajo que jugar todo el día?
Al lugar llegan personas de todas las edades, desde chavitos con uniforme que salen de las secundarias, hasta personas mayores de 30 años. Algunos, con cabello largo y desalineado, algunos otros con ropa que lleva la estampa de su juego preferido. En su mayoría hombres. Hay quienes además de jugar videojuegos, juegan cartas “Yu-Gi-Oh” el juego de rol más famoso y el que más se juega ahí dentro.
Al fondo del segundo piso, hay un cuarto pintado de negro y con mesas alargadas, pareciera ser un comedor de escuela, solo que en lugar de platillos en las mesas, lo único que hay son cartas y videojuegos y hombres jugando sin despegar la vista de la mesa o la pantalla.
El lugar está abierto de nueve de la mañana a nueve de la noche, hay quienes están allí desde que abre hasta que cierra. Hay también algunos que acuden cinco o seis horas y se van. Por lo general, son los mismos jugadores todos los días.
Cuando ven a una niña, sólo una mirada exprés
“La mayoría de los de aquí son unos emos antisociales o retraídos en la sociedad. Se sienten inadaptados y buscan una escapatoria, un mundo donde se sientan felices. ¿Y dónde más? Friki Zone les abrió las puertas a todos y todos están aquí”, asegura Yuri Hen, mientras al lugar entró una chica buscando “pockys” en los negocios que venden juguetes asiáticos y artículos de personajes de videojuegos. La chica vestía ropa untada al cuerpo y cabello con mechas rosas. De inmediato, los chicos de la mesa más cercana que jugaban Yu-Gi-Oh voltearon sus miradas a ella. La vieron de arriba abajo. –“Si tuviera más chichis”, -comentó uno de ellos, entre murmullos y risas, mientras regresaban la mirada a sus cartas.
“Así son siempre que ven una mujer, me comenta la entrevistada, sólo la ven y se cohíben. Unos dicen “¡oh sí!, mía”, o “yo la vi primero” y ya luego se vuelven a seguir su juego. Jamás les hablan.”
¡1,000 puntos de ataque!
Cuando están en su rollo, dice Yuri Hen, jugando videojuegos o cartas es muy difícil que te presten atención. Les dices: oye mi amor… Y ellos responden con un -espera, espera, si no, voy a perder- y ponen sobre la mesa su carta y ¡1,000 puntos de ataque! y hasta hacen ruiditos infantiles con la boca. Esa es su experiencia personal.
Y así como los juegos de cartas donde día a día asisten a jugar niños, jóvenes y adultos, se contribuye además, a la adicción por los videojuegos mediante torneos y competencias donde gana una cierta cantidad de dinero quien obtenga el primer lugar. Entre más puntos obtengas jugando cartas o videojuegos, mayores son tus posibilidades de ganar. Dinero que evidentemente servirá para comprar más “viciojuegos”…
El término “Yuri Hen”
Yuri: en japonés, plantea relaciones homosexuales entre mujeres.
Hen: significa extraño o raro.
Al preguntarle por el significado de su apodo comentó que no lo creería: “mejor así dejémoslo ¿no? Además no es que yo me haya puesto así, sino que así me dicen aquí.”
Su nombre real es para muchos un misterio, y lo seguirá siendo, pues a nadie le ha dicho cómo se llama realmente.
Yuri Hen comentó que su apodo significa chica pervertida con chica. ¿Será que mejor a amar a otra chica que entablar sentimientos con una consola como lo hacen los hombres?
La respuesta, sólo ella la sabe.
A menos que seas “gamer”…
“El chavo que tenga una novia “gamer”, créeme que no la suelta por nada del mundo”, cuenta Yuri, como le llaman comúnmente para abreviar.
“Gamer” es aquel que dedica gran parte de su tiempo diario a jugar videojuegos. Luego entonces, la única alternativa es volverte una gamer para tener una relación “estable” con un chico que sea adicto a los juegos de video.
“Pasa de ser un hobbie, a ser una obsesión y hay muchos que se clavan tanto que se pierden en su realidad y creen que todo el tiempo están jugando. Pero hay quienes sí saben diferenciar un juego de la realidad. Como yo, asegura Yuri mientras tomaba entre sus manos un control de Xbox para guardarlo en un cajón.
Hay algunos afortunados que tienen una novia gamer. Son muy escasos esos afortunados.
Javier, Miriam y los videojuegos; el trío perfecto
Miriam es una chica gamer, al igual que su novio Javier. Ella tiene 18 años y él 19. Se conocieron jugando “gotcha”, ese juego parecido a policías y ladrones que se lleva a cabo en un campo de guerra, todos con protecciones y cascos que cubren el rostro en su totalidad y se disparan unos a otros pintura encapsulada. Javier le disparó a Miriam: -“en ese momento no sabía ni siquiera que era mujer, fue hasta que se quitó el casco después del disparo de pintura y vi el rostro de mi futura novia.”
Una disculpa, intercambio de números telefónicos y redes sociales, lo demás es historia. Un año y dos meses de relación a la fecha.
Que ambos sean adictos a los videojuegos es lo mejor que les pudo pasar. “Nos ayuda a la comunicación entre los dos y nos ayuda a unirnos más. No peleamos ni discutimos porque nos gusta jugar los mismos juegos siempre. Rompe la monotonía de la relación”, comenta Javier mientras está en pausa el videojuego Call of Duty y Miriam desentume sus dedos.
La mayor parte de su tiempo, juntos, están en casa de Miriam, sentados en el sillón con varias cajas de videojuegos sobre la mesa y el piso. Un Xbox 360 y el ventilador del techo encendido.
Miriam vive con su madre, quien trabaja y llega a casa a las 8:00 pm, aproximadamente. Algunas veces no se da cuenta de las visitas de Javier a su casa. Él se va antes de que ella llegue.
Así transcurre una tarde entre ambos:
5:30 pm: “Ya se me hicieron de aspirina”, dice Javier riendo mientras se levanta del sillón y se dirige al baño. Miriam revisa su celular al tiempo que se reacomoda en el sillón. Han transcurrido ya 2 horas con 10 minutos de juego.
5:37 pm: Continúan donde se quedaron 7 minutos atrás. Sólo se escuchan disparos y murmullos: “ahí”, “no mames muere”, “¡pum!”, “eso”.
7:29 pm: “Ya va a llegar mi mamá Javi”, alerta Miriam, mientras oprime el botón de pausa. Ambos tienen los ojos rojos, cuarteados.
Durante todo ese lapso de tiempo hubo muy pocas palabras, no hubo plática, todo fue juego y, durante todo el día juntos, no fue posible observar un solo abrazo, un beso o que se tomaran de las manos.
Cuando Javier y Miriam no pueden verse, siempre existe la oportunidad de jugar vía internet; juntos, pero separados. “No es adicción, comenta Miriam, simplemente es nuestro pasatiempo y nos gusta.
Para ellos, vida social es…
Videojuegos y más videojuegos. Y ya sea que en el cine salga una película de acción bastante sangrienta, entonces quitan sus ojos de la pantalla chica para posarlos en la pantalla grande por aproximadamente dos horas y después regresar a casa a esa pantalla chica a seguir jugando. “Nos gusta más estar en casa, es que en la calle o en las plazas comerciales no hay nada chido que hacer.”
También salen a los mercados, pero sólo a comprar videojuegos piratas de vez en cuando. Muy de vez en cuando, ya que prefieren comprar los originales.
Entre los dos tienen una colección de 51 videojuegos. Todos de acción. Planean llegar a un número más alto puesto que “van empezando”.
Sólo 13 de los 51 videojuegos son para la consola PlayStation, los 38 restantes son para Xbox, es decir; para ser jugados en la consola de Miriam.
Adictos con hijos de por medio
Aketzali tiene 26 años, es ama de casa, su esposo Raúl tiene 30 años y es arquitecto. Se casaron hace seis años y hasta antes de ser marido y mujer, ella sabía que su futuro esposo tenía una adicción al juego de video. Ahora tienen un hijo, Enrique, cinco años de edad.
Raúl trabaja en una constructora, entra a trabajar a las nueve de la mañana y sale a las seis de la tarde. Al llegar a casa lo primero que hace es prender su Xbox, o, su PlayStation. Termina su juego a las tres de la mañana aproximadamente. No hay tiempo de calidad en familia.
Ambos gastan su dinero en tener las últimas tecnologías, él en juegos de video, ella en celulares y pagar la mensualidad de estos. Luego está la comida, comida rápida por cierto. Enrique, el hijo de ambos, tiene siete años. No recibe mucha atención de sus padres cuando están juntos, así que busca refugio en su Tablet. Cuando crezca, seguro será un buen gamer.