Por: Antonio Monter
Chavitos con varo que no tienen más nada qué hacer que echar chela y dársela de rudos, incluso romper una que otra nariz, fajar en la camioneta de papi o amedrentar a los ciudadanos de a pie con una pistola que con el transcurso de la película, se cambiará de dardos y balines por una que sí hace agujeros y en efecto, mata.
La película se llama Los herederos, es del director Jorge Hernández Aldana y compite en la Sección de Largometraje Mexicano del XIII Festival Internacional de Cine de Morelia.
La película intenta agrupar la crítica focalizada en un sector donde se tiene todo, incluso la huida en avión Gran Turismo a los Estados Unidos, cuando el chavito con ínfulas de pandillero nice, le mete un balazo al panadero que le recrimina el trato insolente a la cajera a la que supuestamente, como parte del relajo, debería de asaltar.
Normalmente nuestros aborígenes directores cinematográficos, han puesto la mirada violenta y las pistolas en manos de los miserables y los desposeídos con alta gradación de rencor social. Por ello es notable que en Los herederos, los chamacos mal portados y sácale punta, sean aquellos que de carencia nada saben por su alta posición social y con alta gradación de desdén hacia lo que pasa más allá de su lujosa residencia descapotable y con asientos de piel.
La crítica intenta llegar y hacer mella en las complicidades padre, madre o tutor, que más allá de reprender, enseñar y educar, solapan a sus vastaguillos como si matar a un individuo y acusar a un inocente de ese delito, fuera una minucia cocinada a altas temperaturas en cualquier ciudad latinoamericana, con alta capacidad de corrupción…
Segundo retrato de las juventudes cuyo destino es la nada en este treceavo festival, síntoma y proyección de invariables enfermedades que atañen al bono demográfico en México. Esos jóvenes desprovistos de cualquier valor.