Por: Luis Manuel pacheco Segoviano
Inicia una nueva temporada de conciertos de música clásica en el país: la vigésimo novena edición del Festival Internacional de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez. Como es costumbre, para la gala inaugural del pasado viernes 10 de Noviembre, el Teatro Morelos se transforma en una sede que sorprende por su belleza y tradicional funcionalidad y abre sus puertas durante la primera noche del Festival para albergar lo mejor de la música clásica mundial: los grandes compositores con sus mejores intérpretes actuales.
En esta ocasión abrió la festividad la Orquesta Filarmónica de Jalisco, que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Bajo la batuta del director italiano Marco Parisotto se eligió un programa representativo de lo más (y lo menos también) popular de la producción musical de Hungría. Un recorrido por sus etapas básicas; y así fue desde lo clásico, lo romántico y lo contemporáneo a través de los grandes compositores húngaros: Kodaly, Lizt, Bartok y el particular homenaje que hizo Brahms a la música popular húngara.
Pero se trataba de la noche inaugural, de tal forma que era necesario el protocolo inaugural a cargo de las autoridades estatales y municipales. Ambas con representantes personales: por un lado, y en representación del presidente Municipal de Morelia, Alfonso Martinez Alcázar, hablo el Síndico Municipal Fabio Sistos Rangel, quien destacó -entre otras cosas- el reciente nombramiento de Morelia con una de las Ciudades Creativas otorgado por la UNESCO. En su turno y con la representación del Ingeniero Silvano Aureoles Conejo, Gobernador del Estado, tomó la palabra la actual secretaria de Cultura –Dra. Silvia Figueroa Zamudio- y fue quien declaró inaugurado formalmente el Festival.
Pasado el protocolo y ya con la orquesta lista e instalada, todo está dispuesto para comenzar con el programa musical. Sin embargo, pesaba en el aire la ansiedad por conocer y admirar el talento desbordante de lo que bien pudo ser la parte estelar de la noche: la presencia de la joven pianista mexicana Daniela Liebman que vendría después de la primera interpretación de la noche de acuerdo al programa.
La primera interpretación fue de una de las piezas menos conocidas de Zoltán Kodaly (Hungría 1882-1967) compositor representativo de la música contemporánea húngara que compuso una serie de óperas que a la postre hubieron de transformarse en suites (pequeñas composiciones sin intervención vocal pero provenientes de la ópera) y entre ellas está la de Hary Janos, basada en un cuento del foklore húngaro que narra las aventuras de este personaje que bien puede ser una suerte de Barón Munchhausen o bien un peculiar Don Quijote. La suerte de esta pieza quedo marcada por ser más conocida esta interpretación como Suite que la propia ópera que le dio origen.
De esta primera actuación se aprecia el buen momento que atraviesa la Filarmónica de Jalisco, que ha encontrado en Parisotto ese toque pasional y enérgico que hace tan viva la música de concierto. El director concertante fue creciendo en intensidad a la par del programa. De manera que conectar con el público y hacer vibrar al auditorio, es lo suyo. No en vano ha logrado los halagos del público y la crítica en escenarios de Inglaterra, Canadá, Japón, Austria, Francia y en su tierra natal, Italia.
La segunda pieza de la noche y quizá el momento más esperado llegó en la grácil figura de una joven que está conquistando al mundo precisamente por su juventud y talento. También de Jalisco, Daniela Liebman con sólo 15 años cautiva al mundo entero con su prodigiosidad al piano, que toca desde los 5 años y que la ha llevado a ser ganadora de concursos internacionales en España, Alemania y Estados Unidos (en donde reside y estudia bajo la tutela del Maestro Tamás Ungár) Liebman eligió –y nada menos- que el concierto No1 en Mi Bemol Mayor de Franz Lizt (1811-1886) que ofreció con gracia, dominio (lo interpreta sin partitura) y aunque sin mucha personalidad interpretativa pero con ese elemento indefinible que genera en los foros que se presenta, es de verdad un caso extraordinario que representa a nuestro país magníficamente en los grandes escenarios del mundo. Ofreció un pequeño encore igualmente deslumbrante: la Balada Mexicana de Manuel Maria Ponce.
Cautivadora presencia de la Joven Daniela Liebman que confirma su fama y acaba con los mitos mediáticos que la rodean pues gozar de su interpretación sin más distancia que la separa al público del escenario antoja a seguir muy de cerca su trayectoria y verla más seguido en los escenarios mexicanos.
La noche tenía más sorpresas: la segunda parte del programa contempló dos momentos cumbres también dedicados a Hungría. El momento climático de la noche llego de la inspiración del grandioso compositor alemán Johannes Brahms (1833-1897). Sus Danzas Húngaras se han convertido en uno de esos momentos históricos de la música. Son bien conocidas y además muy populares, de tal forma que la reinterpretación de una partitura que fue escrita para piano originalmente y con una selección de sólo 5 de las 21 que componen la obra de Brahms, es aún así, bien recibida entre el público de todas latitudes incluidos los asistentes de esa noche.
Parisotto entusiasma con la fluidez de su dirección en estas transcripciones para orquesta y que dieron oportunidad a la Filarmónica de Jalisco de su lucimiento ante el público moreliano fascinado.
La corriente contemporánea, también de Hungría, con uno de sus más claros ejemplos: Béla Bartok (1881-1945), presentando un caso inusual; la suite El Mandarín Milagroso (también conocida como el Mandarín Maravilloso) una obra basada en uno de los cuentos del escritor húngaro Menyhert Lengyel y que Bartok retoma para rebautizar el género del cuento sinfónico como Pantomima Sinfónica. Una obra llena de momentos intensos que bien “narra” pasajes de muy alto dramatismo, dulzura, pero siempre con algunos de esos sonidos que parecen disonantes y propios del espacio libre que da lugar a la experimentación sonora en la música contemporánea. Libertad para crear y para ejecutar, aunque este punto de la velada no resulto muy cercano al público (por ser una obra poco conocida y ciertamente lejana) también evidencio la gran capacidad de la Filarmónica de Jalisco en su dominio de repertorio, lo que es algo que también se agradece.
El público se desbordó una vez más ante el entusiasmo del director concertador Marco Parisotto y el encore era obligado; después de una ovación (en la que muy pocos se pusieron de pie) la Filarmónica de Jalisco “regalo” una adaptación sinfónica del tema Guadalajara, Guadalajara de Pepe Guìzar. Un cierre más bien anticipado por la generosidad de un grupo de músicos disciplinados, un talento cautivador y un programa muy ilustrativo (casi didáctico) de la música húngara (o el homenaje a esta).
Inicia la fiesta vigésimo novena de este Festival internacional de Música de Morelia, Miguel Bernal Jiménez, personaje que afortunadamente dejo el amor a la música en su propia descendencia y que su sueño de convertir a Morelia en la “Salzburgo de América” sigue tomando forma. Enhorabuena.