Por: Yaritza Villalobos
Antes de 1980 la palabra “Otaku” significaba “usted”, aunque actualmente en México se usa para identificar a todo aquel individuo que es obsesionado y aficionado del anime; tal es el caso de Yvonne Villalobos, una joven de 21 años, quien después de ver 720 capítulos, siete ovas (intermediarios) y 11 películas de Naruto, no se imaginaba que se convertiría en otaku.
Aunque el primer contacto que tuvo Yvonne con un anime fue a la edad de seis años, cuando comenzó a ver “Avatar”, pero que no terminó; no fue hasta nueve años después, en una tarde de 2015, cuando la joven se encontraba descansando después de un largo día en la preparatoria, cuando recordó que cuando era niña dejó inconcluso “Naruto” y fue así como decidió volver a verlo; sin imaginarse que se convertiría en otaku.
“Cuando terminé de ver Naruto decidí adentrarme en el mundo del anime, comencé a indagar e investigar más sobre esto. Fue así como el anime dejó de ser un hobby para mí, y se volvió parte de mi vida”, mencionó Yvonne en entrevista para la Agencia Cero:60”.
La cultura otaku, se originó en Japón a finales de la década de los 70; aunque el “boom” del anime llegó a México en 1992 con la relación comercial entre Bandai y Tv Azteca, fue así como se transmitieron los dos primeros animes en el país: “Sailor Moon”, y “Los Caballeros del Zodiaco”.
En el caso de Yvone Villalobos 23 años después del impacto del anime en México, nació un amor particular por “Naturo”, por todas las enseñanzas que éste le transmite así como las lecciones de vida que tiene, como la perseverancia y el valor de la hermandad, los cuales han sido de gran utilidad para ella, debido a que, dijo, este anime le enseñó a luchar por sus sueños y a no detenerse jamás hasta conseguir su meta.
Además, el anime se ha convertido en un refugio para ella cuando se estresa demasiado o cuando está pasando por una crisis emocional. De alguna manera la ayudan a superar estos momentos y a través de esos dibujos animados encuentra una respuesta a sus problemas.
Cabe destacar que la adolescente no se considera una otaku al 100 por ciento.
“Existen muchas personas que se adentran mucho al mundo del anime y ya no diferencian la realidad de la fantasía. Entonces, se sumergen en un mundo de fantasía haciendo su vida como la de un anime y se comportan como su personaje favorito o con el que se sienten identificados”, platicó Yvonne.
A partir de 2015 comenzó a comprar artículos, como llaveros, playeras, tazas, pósters, calcomanías, una chamarra, protectores para su celular y una película, entre muchos otros. Su compra más actual son una bandana, un kunay y un shuriken de Naruto.
Cuando vivía en Estados Unidos, se sentía libre para usar y portar libremente todos los artículos que quisiera, debido a que es un país multiverso, por lo tanto, la gente no emite juicios de valor en contra de las personas que pertenecen a la cultura otaku.
Sin embargo, en 2018 se mudó a Morelia para estudiar la licenciatura en biotecnología, y desde entonces no ha vuelto a salir a la calle vistiendo una playera o cualquier otro artículo, debido a la discriminación y comentarios negativos que hacen las demás personas, por ejemplo, el que consideren que los otakus no se bañan y que son unos psicópatas por su forma de pensar.
“Principalmente se debe a los periodistas, porque siempre buscan el lado malo de esta cultura, hacen comentarios como que los que pertenecemos a la cultura otaku no nos bañamos, que somos gente rara y que olemos mal. Nunca se enfocan en un lado positivo”, platicó Yvonne.
Sin importar los comentarios negativos y la discriminación que se enfrentan constantemente las personas que forman parte de esta cultura, ella asegura que jamás dejará de ser otaku, porque se volvió aficionada del anime y del manga de por vida, además, esto le ha permitido ingresar a grupos de Facebook en donde ha hecho amistades alrededor del mundo, como en Colombia, Argentina y en otros estados de la República Mexicana.
Según algunos especialistas la palabra “otaku”, nació como crítica a los consumidores sexuales que se reunían en la Comiket (Tokyo), el cual se construye de El dojinshi (parodias de aficionados), El cosplay (costume player), y Los ero gemu (videojuegos de carácter sexual). Se reunían en este lugar para comercializar las parodias eróticas de series clásicas de anime, como Uchusenkan Yamato de 1977.