Por: Esbeyda León y Jeniffer Alfaro
El Halloween, que se festeja el 31 de octubre, tiene su origen en el antiguo festival celta llamado Samhain, celebrado hace más de tres mil años, que significa que ha llegado el fin del verano y se realizaba al finalizar la temporada de cosechas.
Hacia el siglo VIII la Iglesia católica convirtió el día 01 de noviembre en el Día de todos los santos, en honor a todos los santos que no tuvieran un día en particular.
El uso de los disfraces la noche del 31 de octubre tenía como finalidad protegerse de espíritus malignos, mientras que los niños eran enviados a pedir leña para la fogata que se encendía en las partes altas de cada pueblo, la cual guiaba a los espíritus buenos, lo que actualmente derivó en la tradición de pedir dulces.
En Irlanda fue donde permaneció fuerte la cultura celta, y con las personas que inmigraron en el siglo XIX hacia Estados Unidos, llegó la tradición a territorio americano.
Fue hasta entonces que se hizo uso de la calabaza con forma de cara y una veladora en el centro de la misma, que simboliza la linterna de Jack. Se cuenta que esto proviene la leyenda de Jack, un hombre que engañó al demonio, el cual lo condenó a buscar su alma como castigo. Anteriormente su usaban nabos, pero la escasez de éstos obligó a cambiarlos por calabazas.
En el caso de México, la tradición del Halloween llegó gracias a los celtas que habitaban en España y migraron hacia América. Junto con ellos llegó la celebración de todos los santos, que al poco tiempo se fusionó con las festividades locales y a la larga derivó en el Día de muertos.