ENTREVISTA CON MANUEL ACUÑA ARELLANO
Por: Ángel Almada Garmendia
Fotografías: Morelia Film Fest, FilminLatino, Sensacine, GIFF 2020
Sinopsis: Página oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM)
En un viaje sin rumbo fijo, un tráiler se adentra a las entrañas de una ciudad desaparecida, un gato negro y 20º bajo cero.
Esta pieza de cortometraje es, quizá, una de las más importantes en cuanto a hechos reales se refiere. Manuel Acuña dirige Expiatorio, cortometraje que relata una de las historias más macabras que han sucedido en nuestro país en los últimos años y que, lamentablemente, no ha tenido la difusión ni el tratamiento correcto.
Como parte del programa de selección del Festival Internacional de Morelia en la edición # 18, Manuel Acuña concedió una entrevista para Agencia Informativa Cero:60, en la cual mencionó la importancia de contar una historia de este calibre, de la investigación que se tuvo que hacer y el impacto personal y profesional que tuvo al realizarlo.
¿Cómo fue que pensó en realizar este producto audiovisual? ¿Siempre lo pensó como un corto-documental o pensó en realizar un producto más largo?
R: Significa mucho y gracias por ver la película, es importante. Esta historia es muy cercana a mí, yo soy de Jalisco, vivo en Guadalajara, donde sucede este caso de estos tráileres o camiones de refrigeración que estaban deambulando en el estado. Fue un suceso que me impactó demasiado, me pegó, me chocó, me agarró de una forma muy cruda y fuerte.
Durante mucho tiempo, casi en un año exacto, tenía esta idea. Yo decía: ¿qué acaba de suceder, que se diluyó tan rápido, que ya nadie habla de esto? Eso constantemente abría preguntas en mí, y en un momento que estaba fuera de México terminando una maestría de documental que realicé en ese tiempo, es cuando sale esta propuesta, por mi decisión, de tocar un tema y de narrarlo. Yo agarro este tema, y me ayudó a verlo, estando fuera de México, desde otra perspectiva. Mirar hacia mi casa, hacia mi país, y hacerme estas preguntas cada vez más directas.
Conforme iba avanzando en el proceso de investigación, algo que me llamo mucho la atención era la cantidad de información, pero no se ponía nadie de acuerdo. Hay tantos cuerpos, un nombre por acá, otro por allá. Me di cuenta que después de estar investigando y encontrando información después de un año, que esta era una nota más. Había sido una nota de un suceso que nos había agarrado a todos, y que al día siguiente había otra nota de otro suceso igual o peor. Tomé esto para construir con base en la crónica para convertirla en una especie de relato de cuento corto. No es crónica porque no era algo periodística, pero me baso en la crónica para llevarlo al cine. Hago un guion, me baso en la herramienta de la ficción, para construir este imaginario de personajes de ahí.
Los nombres que aparecen ahí son nombres que yo me inventé porque quería simular de alguna forma lo que me había sucedido y lo que encontré en esa información, y me encuentro con una foto. No sé quién es, pero es un hombre encapuchado, de blanco, arriba de unos cuerpos en bolsas negras. Sabía que ese era un cuento de horror, pero dentro de ese cuento de horror, era real, y esa realidad era tan cercana como yo a unos metros de donde yo vivo ahora. Dije: “lo voy a construir, de tal forma en que voy a provocar lo que a mí me provocó”
Una noticia de este impacto tiene que causar revuelto y difundirse en diversos medios, ya sea en T.V., radio o prensa escrita, porque, como mencionó, se fue diluyendo como polvo entre las manos. ¿Cómo considera que el periodismo se maneja en este tipo de noticias en nuestro país, que se muestran parcialmente, en una sola arista de la figura? Y también ¿qué tan complicado encontrar todos los puntos para unir el rompecabezas?
R: Creo que ya llegamos a un punto de saturación. Esto ya nos ha superado. No se trata de una nota periodística, sino de la vida misma. Para mí es muy difícil salir a la calle y no sentir miedo de que puedan hacer algo, de que me pueda desaparecer o que me puedan violentar. Es muy difícil para mí confiar en esta autoridad que llaman policía que dice que me “va a cuidar”, y moverme en una carretera como lo voy a hacer ahora en Morelia. Es complicado pensar en sentirme dentro de una normalidad en la que me sienta seguro.
Cuando salen estas notas o planas en los periódicos, que salen una y otra y otra, son esos cuerpos que no cabían en la Fiscalía, ni en los camiones, ni en las fosas. Es una saturación. No es solo el Fiscal, no es solo Silvia o Lidia que buscan a sus hijos. Es mucho más grande. Entramos en una normalidad del horror, y estamos ya esperando cuál va a ser el siguiente evento. Eso me impactó. En Expiatorio, muestro algo que la gente había olvidado.
La gente olvidó cómo 400 cuerpos estuvieron dando la vuelta en el Estado de Jalisco por varios días, en un tráiler que estaba, literalmente, escurriendo sangre. Es un impacto en que dije: “¿qué tan acostumbrados estamos en vivir esto?” Para mí, esto fue un performance, un performance del horror. Aunque duela, aunque moleste y aunque incomode, se tiene que decir.
Esa parte de este performance del horror, unos lo llamarían circo, maroma y teatro, pero otros lo llaman la realidad de un país. Una de las virtudes que yo encontré muy presente es la capacidad de imaginación del espectador, porque los primeros 5 minutos tiene una voz en off. Aunque ya conozcas la historia, o hayas visto las noticias, conozcas los detalles, escuchas esta voz que te cuenta la historia y llegas a la parte: “el camión está escurriendo sangre”, nos permite crear una opinión respecto al tema. ¿Cómo considera esa parte de escuchar, pero no ver más que fotografías en los primeros minutos?
R: Yo trabajo el tema de la desaparición forzada. Estoy cercano a familias que han perdido a sus hijos y familiares. Esta historia me agarró de gancho cuando estaba haciendo otro cortometraje. Ese día fue un 17 de septiembre de 2018, cuando pasó todo. Ese gancho que me agarró y atrapó me permitió decir: “¿Cómo hablar del horror sin ser explícito, sin mostrarte literalmente esa imagen horrorosa que solo desviaría la mirada? ¿Cómo hacerlo para que empatices sin escandalizar?” No quise caer en la facilidad de la imagen grotesca. Pongo una imagen fija que mira directamente, que cuestiona y confronta de alguna forma al espectador. Después de cinco minutos te das cuenta que esa persona de la foto ya no puede decir nada, porque lleva cinco o más años desaparecida. Te das cuenta de que no eran solamente esas personas, sino muchas más. Esa es la intención de ese juego de una imagen que no se mueve, pero que otorga al espectador la posibilidad de imaginar y de reflejarse, como me pasó a mí en su momento.
La segunda vez que puse el cortometraje, cerré los ojos. Pensé: “voy a repetirlo, cierro los ojos, y escucho”. Los abro, y me parece una radionovela, con una historia salida de una novela de horror, de una mente macabra. Otra virtud es que cuenta una historia, lamentablemente, real, y te permite como persona y ser pensante, decir: “tengo derecho a dar mi opinión sobre esto”, y Expiatorio es una parte de esa libertad de expresión que tanto a periodistas como a realizadores se les ha negado.
¿Qué recomendaría a sus compañeros de gremio en esta parte de cine, que quieran dar a conocer este tipo de hechos, pero que, por cuestiones de ética, de no tocar más fibras de las que se deben, no lo hacen? ¿Qué se debe hacer con este tipo de productos?
R: Es enorme lo que estás preguntando, y muy valioso. Voy a llegar a eso, pero primero lo voy a ligar a 2015. En mi primer corto de ficción, que tocaba el tema de desaparición forzada, una periodista me entrevistó y me preguntó: “¿por qué un tema popular?” En ese momento no entendí bien su pregunta, no supe contestar. Me enojé, porque sentí como si se tratara de una moda. Esas palabras se han quedado mucho tiempo en mi cabeza, y digo: “¿Qué responsabilidad tengo como realizador y como creador de historias, y que cuenta este tipo de cosas?”
Esto lo he mencionado antes: yo también tengo miedo cuando salgo a la calle, cuando paso por varios lugares. Yo podría ser una de las personas que están en los tráileres. No me parece un tema popular o de moda, es un tema necesario de contar y que necesito denunciar, porque pasó en mi estado, a unos cientos metros de donde yo vivo, porque yo pude haber estado en ese tráiler. Como amante y apasionado del cine, me parece importante y necesario hacer esto. Por una película no voy a recuperar los hijos que están perdidos, o a las personas desaparecidas, pero si se puede generar diálogo. Por eso me parece importantísimo como el Festival de Morelia, que brindan este espacio en los que se puedan hablar de temas incómodos, pero necesarios…
Como persona y como cineasta, ¿qué espera usted que el público reciba de este producto, tanto en la parte emocional como en la parte de opinión?
R: Creo que esa es la pregunta más difícil, fíjate… Me gustaría que la película funcionara como un puente para abrir un diálogo, que funcionara de tal forma para decir lo que incomoda. Me gustaría que vean la película, que se apropien de ella y la usen. Yo sé que para muchas personas es complicado volver a entrar a este tema. Ya presenté esta película a personas que han perdido a sus hijos. Claro que, para ellos, es doloroso revivirlo, pero para nosotros que no lo hemos vivido y que somos afortunados, no podemos darnos el lujo de olvidar.