LA PROTECCIÓN DE LA COSTA MICHOACANA: ENTREVISTA CON CÉSAR FLORES CORREA

Por: Ángel Almada Garmendia

Fotografías: Morelia Film Fest y La Voz de Michoacán

Sinopsis: Página oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM)

Un retrato del ciclo de la vida en la costa michoacana.

César Flores Correa, director de Lobos en el aire (2016), La larga y brillante oscuridad (2017) y Hasta que nos dure la memoria (2018), presenta en la decimoctava edición del Festival Internacional de Cine de Morelia su cortometraje No abandonan el mar nunca, de 4 minutos de duración, en el cual se refleja la vida en las costas michoacanas y lo que se tiene que hacer para su cuidado y protección.

Flores Correa concedió una entrevista para Agencia Informativa Cero:60, y nos platicó sobre el proceso de realización de este cortometraje.

Quiero comenzar con la interrogante: ¿cómo surgió el proyecto, en primera instancia?

R: No abandonan el mar nunca es un corto que, a diferencia de otras cosas con las que había trabajado antes y que tenían como cierta planeación y antelación, y que habíamos sido conscientes durante todo el proceso y desarrollo de las propias películas, surgió de la edición. En el montaje descubrimos la película como tal.

Era material que ya teníamos desde hace un año aproximadamente, alrededor de agosto y septiembre de 2019, cuando fuimos a la costa michoacana. No estaba planeado hacer nada sobre cultura marina, o retratar personas que se dedican a la protección de las mismas o al ecosistema, pero con los estimulantes que encontramos en la costa michoacana, y simplemente fuimos a descubrir imágenes, atrapar momentos. Ahora sí que a oler, respirar, sentir y abrazar toda la experiencia que representa ir a estos lugares con ojo de realizadores. Como te digo, no planeamos que terminara siendo un corto, como tal.

Llega la pandemia, y era muy evidente que, en algún punto, más allá de que no estuviera planeado hacer algo con este material, teníamos que terminar lo que empezamos en un principio. Hubo tiempo para dedicarnos a clasificar el material, escogerlo, desechar lo que no servía e ir encontrando el camino en edición.

En este punto, empecé a hacer una reflexión conmigo mismo de cómo quería que se viera y se escuchara. Era muy claro que debía tener una narración, así lo sentí, y que las imágenes tuvieran sentido. En el rodaje no pensamos que debían tener sentido. Fue ir encontrando este hilo conductor, apreciando la voz que hay de fondo, y también sabíamos que tenía que ser una especie de poema, que debía transmitir calma y pasividad que se viven en la costa michoacana, y el aura inmaculado que rodea a las tortugas marinas y que están en constante amenaza por factores humanos.

Fue una voz que se fue articulando y gestando conforme fuimos armando estos elementos en la línea del tiempo, y así, poco a poco, fue surgiendo este documental.

En esta parte del hilo conductor, ¿qué tan complicado fue llegar a la sala de edición y condensar lo que se tiene en cuatro minutos, sin considerar el resto del material como sobrante?

R: Simplemente porque consideramos que lo desechado no terminaba por aportar algo. No era algo que no se dijera en los cuatro minutos finales. Sentimos que no iba a hacer mucha diferencia y también creo que, de alguna forma, fuimos muy específicos a la hora de clasificar el material y escogerlo, es decir, revisar qué era lo que queríamos que se viera.

A pesar de que sobró mucho material, pudimos hacerlo más largo de lo que en realidad es, pero no sentimos que podíamos aportar más. No es hacerlo largo simplemente por hacerlo largo. Para bien o para mal, esos cuatro minutos transmiten perfectamente lo que queríamos y lo que en ese momento íbamos descubriendo.

Eso, de alguna forma, nos facilitó saber en un principio que, a pesar de que contábamos con material, estábamos también limitados por nuestros propios ideales desde un principio. Nos ayudó a acotar los tiempos y ser más concisos con lo que queríamos contar en la línea de tiempo…

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