Reseña escrita por: Ángel Almada Garmendia
México es famoso en el cine, en términos generales, por la llamada Época de Oro, con productos de Pedro Infante, María Feliz, Jorge Negrete, entre otros. Sin embargo, en el cine mexicano también existe contenido de tintes policiacos…
Llega el año de 1950, y se lanza el título de El Hombre Sin Rostro, película del director Juan Bustillo Oro, en la cual el inspector Juan Carlos Lozano, interpretado por Arturo de Córdova, investiga el asesinato de varias mujeres, mismos que lo atormentan hasta llegar al punto del desequilibrio.
El filme, de 90 minutos de duración, lleva al espectador a un viaje intrigante (y a veces predecible) para descubrir la verdadera identidad de este criminal. En los personajes de soporte, están Ana María (Carmen Molina), pareja sentimental del protagonista y el Dr. Eugenio Brittel (Miguel Ángel Ferriz), quien ayuda al inspector a conseguir su objetivo: saber quien es el asesino.
Juan Carlos Lozano es un protagonista que constantemente tiene episodios de fracaso moral y laboral, porque su ideología es que nada en la vida le sale bien, por lo que el Dr. Brittel le brinda consejos para que maneje su estabilidad emocional.
Por estás razones, la película de Bustillos Oro, pese a su corto metraje, consigue que el público se pregunte con frecuencia sobre la identidad del asesino pero, a la vez, el filme va dejando sutiles pistas para que, al final, el público termine por confirmar lo que iba construyendo en su mente al paso de los minutos.
En resumen, El hombre sin rostro es una película policiaca con ligeros esbozos de suspenso en la cual la mayor enemiga es la propia mente, y si se encuentra en descontrol, llegará el momento en que la locura dominará a la razón.