Por: Joseluis del Ángel Almada Garmendia.
Fotografías: Milenio, La Razón, La Vanguardia, IMDb, GQ.
Parece que fue ayer cuando Alan Arkin anunciaba en los Premios Óscar del 2009 el nombre de Heath Ledger, fallecido en enero de 2008, para recibir el galardón por Mejor Actor Secundario, siendo así el primer actor en ganar un Premio de la Academia por una película de superhéroes, y más aún de forma póstuma. El Joker de El Caballero de la Noche es, sin duda alguna, el villano más icónico del género y uno de los mejores en la historia del cine. Nadie daba un peso por el actor australiano de 28 años cuando fue elegido para dar vida al payaso más famoso de los cómics, y resultó ser una interpretación soberbia, opacando al propio murciélago en la película del héroe.
Tuvieron que pasar once años para que llegara nuevamente el Príncipe Payaso de Ciudad Gótica, ahora en una película propia y con un enfoque distinto al resto de las películas del género de superhéroes. Ya pasaron los Premios Óscar, y la Academia dio su veredicto: el Joker fue el mejor personaje del año 2019, y Joaquin Phoenix fue el más digno sucesor de Ledger para interpretar al némesis de Batman, llevándose a casa la estatuilla de Mejor Actor.
Todd Phillips, conocido por dirigir la trilogía de ¿Qué Pasó Ayer? obtuvo luz verde por parte de Warner Bros. para tomar el proyecto del Joker, siendo una película independiente al Universo Cinematográfico de DC, con una historia única, retorcida, profunda y muy trágica.
Joker es la historia de Arthur Fleck, un comediante fallido que tiene un trastorno psicológico que hace que se ría sin razón aparente, ocasionando el rechazo de la sociedad a su persona, ya que es considerado un loco sin remedio. Lo interesante del filme es que conectamos emocionalmente con Arthur, sentimos cada golpe, cada rechazo, cada escupitajo que recibe, y nos entristece verlo sufrir. ¿Cómo es esto posible, si es el Joker de quien hablamos? Todd Phillips manejó con maestría al personaje, dándole una dimensión diferente a lo que acostumbramos ver en una película de este género. ¿Cómo deformas al ser que ningún mal quiere causar a un monstruo vengativo sin escrúpulos? Aquí es donde la película nos toma del cuello y lo agita para que entendamos que nosotros como sociedad creamos monstruos, al rechazar a las personas, al hacerlas a un lado.
Joaquin Phoenix tiene un mérito importante. Bajar más de 20 kilos y comer dos manzanas al día no es cualquier cosa. Es un sacrificio físico y mental muy fuerte. La psique de Arthur Fleck se maneja como el rechazo andante, y la película lo refleja bien. Nada le funciona a Arthur: lo despiden del trabajo, le roban su pancarta, lo golpean en el metro, entre otras cosas. Como dice su mamá: estás destinado para hacer sonreír al mundo, pero lo que no llegó a dimensionar es que el mundo golpea el doble de fuerte, te noquea, y te transforma.
Arthur lentamente adopta al Joker, y lo hace en un acto terrible, de defensa personal, de hartazgo y de decepción social. La gota que derrama el vaso en la psique de Arthur ocurre en el Metro de Gótica, y desde ahí, es un no parar.
Uno de los puntos más fuertes del filme es la música, compuesta por la chelista islandesa Hildur Gudnadottir, ganadora del Óscar por esta película. El cello te da escalofríos, las melodías son penetrantes, y nos convierten en Arthur Fleck, nos guían a través de su mente.
Los personajes secundarios funcionan de maravilla. Robert de Niro encarna a Murray Franklin, un presentador de televisión a quien Arthur admira, y podría decirse que considera como una figura paternal platónica o idealizada. Zasie Beetz refleja el espejo humano de lo que queremos compartir en la vida, teniendo una química innegable con Phoenix.
Este es el momento de hablar del antagonista del payaso: el murciélago. ¿Quién dice que los Wayne no aparecen en esta película? Phillips juega con la audiencia de una forma tan inteligente y demuestra que Batman y Joker están más conectados de lo que se creía. Llegamos a comprender porque uno es la antítesis del otro, y ese es el juego constante del filme, siendo la tragedia una diversión para que lo divertido se convierte en trágico a la misma vez.
Los últimos quince minutos de la película son el ejemplo perfecto de conexión entre villano y héroe, entre la luz y la sombra, entre la locura y la cordura. Todos podemos ser Arthur Fleck, podemos caer hasta lo más bajo para sobresalir, para ser tomados en cuenta, para ser aceptados. Es una película que pasará a la historia, será un clásico del género, con una de las mejores interpretaciones de la última década y un merecido aplauso del público. Quien ríe al último, ríe mejor, y el Joker de Joaquin Phoenix puede reír con tranquilidad, dominando el corazón de Gótica con su retorcida intensión de divertir y aterrorizar a una sociedad cegada por los estereotipos.