Por: Víctor Gabriel García Sánchez
En la antigua Mesoamérica era muy común que las personas guardaran cráneos para ser colocados en el altar o ser mostrados en algunos rituales, puesto que para ellos esto tenía un gran significado simbólico: la muerte no es el final, únicamente es el término de un ciclo.
Con la llegada de los españoles y la religión católica todas estas creencias, tradiciones y formas de ver la vida fueron enterradas bajo la opresión y doble moral española. Sin embargo, se buscó la manera de conseguir preservar este legado y mediante técnicas que los mismo españoles trajeron se adaptaron los cráneos verdaderos a las calaveritas de azúcar que hoy conocemos.
Las calaveritas de azúcar son una de las tantas dulces tradiciones que conservamos y esperamos año con año, han inspirado a muchos y son orgullo de otros tantos, un símbolo de México tan grande que ha sido inmortalizada en la piel de varios mediante el tatuaje. Estos sencillos, simbólicos y hermosos manjares tienen una elaboración muy sencilla pero de mucho cuidado, las bases para estas son azúcar estándar, azúcar glass, limón, clara de huevo, agua y chautle.
La elaboración de estas golosinas ancestrales depende de la tradición de cada artesano, las cantidades y los métodos son diferentes en cada familia, incluso se puede ver en el color de la calaverita el tipo de azúcar que se usa, con tiempos muy variados de elaboración que van desde los cinco minutos hasta la hora de trabajo continuo para crear estas obras de arte comestibles.
Las calaveritas de azúcar siguen teniendo el mismo significado que en el comienzo los mesoamericanos dieron a los cráneos, ahora se colocan en el altar adornadas, dulces y llamativas con el nombre del difunto en la frente o se les regala a los vivos como recordatorio de el dulce final que les espera.