Por: Fernanda Gaytán Bedolla

Llegó el virus, la pandemia nos atrapó. “No nos toca a nosotros” dijeron, pero así fue. De un día a otro, las escuelas cerraron, los cines, los parques, los centros comerciales. A aquellos que estudiamos fuera de nuestro hogar nos dijeron que debíamos marcharnos, antes de que fuera tarde; debemos empacar, tomar nuestras cosas e ir a la terminal de autobuses o al aeropuerto. Llegas a tu casa y tomas clases virtuales de mala gana, debes adaptarte.

Estudias danza, ahora en tu sala o comedor. No tienes más que 2m x 2m para moverte, una silla como barra y una señal de Internet que sólo alcanza para una computadora a la vez. No eres el único, tus hermanos también toman clases. Llegan las vacaciones, las celebraciones religiosas se detienen, la Basílica de Guadalupe desierta. Estás en casa, disfrutas a tu familia, a tus mascotas, tienes un tiempo para ti, haz cumplido con los trabajos y pronto terminará el distanciamiento, volverás a clase y todo continuará. Las campañas aumentan, salen más decretos, prórrogas, 45 días más de cuarentena.

A dos días de regresar a clase llega un mensaje nuevo “el semestre terminará en línea”. Entras en pánico, no sabes qué hacer. Irte, quedarte, deberías mudarte otra vez?, tu vida ya no está donde te encuentras en éste momento, pero ahora así tiene que ser. Pasan los días, la economía se afecta, hay compras de pánico, vas por la despensa y los estantes están vacíos, te preocupa si ésto seguirá así. Cierran empresas, quiebran negocios, estás en la cuerda floja. No hay dinero, no hay trabajo, hay que pagar rentas, vez a tus padres preocupados por las noches pensando en cómo seguir adelante. Debes salir sólo a lo primordial, pareciera que no puedes ver a nadie a los ojos.

Llega el toque de queda, empiezan los arrestos, las multas, los robos, asaltos de día, al parecer ellos también se han quedado sin empleo. Adaptas tu espacio, tu rutina, hasta tu alimentación, estás molesto, sensible, las clases se vuelven más pesadas, te niegas a aceptarlo.Tu tiempo no depende sólo de ti. Pero ahora temes regresar a la realidad, la vida común se siente lejana. Tus estudios se ciegan, hay crisis, ansiedad, tu depresión aumentará, dicen.

Parece que el mundo se detiene. Debes concentrarte, debes hacer tarea, debes cumplir, debes entrenar, debes seguir estudiando, debes ayudar, debes ser paciente, debes habitar el presente, debes leer libros, debes tomar más clases, debes ver conferencias, debes hacer informes, debes aprender un nuevo idioma, debes arreglar y remodelar la casa hasta cinco veces (una por cada semana). Pierdes la noción del tiempo, de los días, de las horas.

Sientes que tu día es un desperdicio y que también desperdicias oportunidades nuevas, no sabes en qué concentrarte, en lo bueno, en lo malo, y sin darte cuenta lo bueno se convierte en lo malo y lo bueno ya no sabes dónde lo has dejado (tal vez se quedó con la basura de la tercera remodelación). Suena el despertador, ves la hora, tomas tu teléfono, bajas las escaleras, tomas un vaso de agua y algo de la nevera, tomas tus anteojos y te conectas … ha comenzado otro día de mierda. La situación se calma.. Adaptas tu espacio y sigues adelante. Sigues tu rutina, tu trabajo y sigues adelante. Vives el día a día, tomas algo bueno de cada uno, visualizas y sigues adelante…

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