El triunfo del futbol egoísta

Por Adid Jiménez

León tuvo la mejor ofensiva del torneo: terminó con 41 goles a favor. 14 de esos tantos fueron obra del campeón de goleo, el ecuatoriano Ángel Mena. Fueron también 14 las anotaciones que los panzas verdes recibieron en contra, lo cual los ubicó como la mejor defensiva del semestre. Pero la estadística más sorprendente del equipo guanajuatense fueron los 41 puntos obtenidos y la racha histórica de 12 encuentros consecutivos en los cuales salieron victoriosos. Y aún así, no lograron ser campeones.

Enfrente tuvieron al segundo mejor equipo del torneo, los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León. 37 puntos lograron los felinos, fruto de 11 victorias y cuatro empates. Dos descalabros: ante Cruz Azul y América, como local y visitante, respectivamente. 33 goles tuvieron a su favor, 16 en contra.

Un encuentro entre estos dos equipos lucía, al menos en el papel, como un juego atractivo, una final que pasaría a la historia por enfrentar a los dos mejores equipos del torneo. Sin embargo, no fue así. Desde que el árbitro central, César Arturo Ramos Palazuelos, ordenó el inicio del cotejo, Tigres mostró la estrategia que aplicaría para conseguir el campeonato: acaparar el balón, mantener el marcador en ceros y coronarse gracias al solitario gol obtenido en Monterrey.

Pero León buscó ganar. A los pocos segundos de iniciado el encuentro, dieron el primer aviso. Los verdes intentaron desplegar ese futbol espectacular que los llevó a ser los mejores del torneo, con toques precisos, velocidad en los despliegues y la lucha por cada balón perdido. Pero los de Guanajuato cayeron víctimas del sopor provocado por su rival, uno que prefería retrasar el esférico 70 metros, hasta los pies de su portero, si acaso veía la mínima posibilidad de perderlo.

El equipo local cayó, poco a poco, en una espiral de desesperación. El final sería triste, así lo auguraba el cambio obligado de Ángel Mena, el goleador, en el minuto 31. El ecuatoriano abandonó la cancha en medio del llanto. Ignacio Ambriz, técnico de León, lo abrazó e intentó consolarlo. Mientras tanto, en el terreno de juego, André Pierre-Gignac regañaba a Javier Aquino por sus pases errados. No importa cuándo leas esto.

Por supuesto que hubo cambios en la estrategia una vez iniciado el segundo tiempo. Ricardo Ferreti sacó al mencionado Javier Aquino por el zamorano Jesús Dueñas, hombre con características más defensivas. Por parte de los locales, Nacho Ambriz sacó al defensa central Ramiro González por el delantero Vinicio Angulo. Parecía que el ténico de León quemaría sus naves, pero prefirió ahorrarse el tercer cambio al cual tenía derecho. ¿Resignación? ¿Plantilla limitada? Sólo Ambriz lo sabe.

Tuca Ferreti, en cambio, sí realizó los dos cambios restantes: el primero fue el conocido «hombre por hombre», es decir, los involucrados tienen la misma posición en el equipo. El chileno Eduardo Vargas dejó su lugar a Enner Valencia, para refrescar la delantera. Sin embargo, al minuto 76, el estratega brasileño decidió cerrar el juego y sacó al mediocampista Rafael de Souza para apuntalar la defensa con Carlos Salcedo.

Cumplidos los 90 minutos del cotejo y con el marcador en ceros, Tigres consiguió la tan anhelada séptima estrella de su escudo. El futbol egoísta triunfó por encima del espectáculo y coronó a un equipo que aspira a ser catalogado como «grande». Ya veremos.

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