La sopladora de hojas

Por: Antonio Monter

Si alguna vez te avientas sobre un montón de hojas secas en un parque, aguas, porque en una de esas puedes perder tus llaves, y lo que es peor, las llaves de automóvil que tu novia esquizofrénica te prestó la noche anterior para que volvieras sano y salvo a casa.

Y si ya te sucedió alguna vez, seguro pasó por tu cabeza la magnífica idea de conseguir una sopladora de hojas, de esas que usan los jardineros para hacer volar los residuos otoñales que los árboles han dejado caer.

Sin más antecedente de por medio, esa es la anécdota que dará pie a los 96 minutos que dura la película de Alejandro Iglesias Mendizábal, donde tres amigos post adolescentes y en vías de formalizar su encuentro con la adultez, descubren que ya va siendo hora de ajustar cuentas con los miedos y los temores y que no todo es patear un balón de futbol, que las responsabilidades son un destino al que se llega sin comprar boleto ni subir a ningún autobús.

Sopladora de hojas, nombre de la cinta que lo mismo en México podría sonar a albur, cuenta la travesía vespertina de Lucas, Emilio y Rubén, interpretados por Fabrizio Santini, Paco Rueda y Alejandro Guerrero, respectivamente; quienes asistirán al velorio del amigo portero de su equipo, quien la madrugada anterior se estrelló en la motocicleta.
Película agradecible si se considera que por momentos los personajes despliegan vitalidad, traducida en honestidad juvenil. Los diálogos hacen reír sin falsedades envueltas en pose o gags desmedidos. Lejos de eso, resulta divertido entrar en la tarde en que esos chavitos descubrirán mucho de sí mismos a través del ya comentado extravío de las llaves.

Sólo queda en el aire la pregunta si acaso, la futilidad con que son retratados esos post adolescentes clasemedieros, según el director, es la cotidiana resolución de nuestros mexicanos jóvenes desprovistos de mayor expectativa que la masturbación, espiar a la vecina o engañar a los papás y quemarse la lana que supuestamente era para pagar la universidad.

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