“Escribir es un acto violento”: Entrevista a José Agustín Solórzano

Por Luis M. Morales

Para José Agustín Solórzano, la palabra quietud es una de las aberraciones más graves de las personas; para él, el confort es innecesario, la inquietud es la que plasma en el papel, y que a su vez representa un acto violento necesario para derramar tinta, perder noches de sueño, ahogar el hígado y, en ocasiones, dejar algunas botellas vacías.

El sitio es concurrido, al aire libre, decorado con mesas y sombrillas. El entrevistado prefiere no asistir a estos lugares, pero por cordialidad acepta tomar unas cervezas ahí; entre constantes vendedores ambulantes y pequeñas palmas extendidas de niños desamparados, comenzamos hablar.

Sabes he leído  tu columna… “Notas al margen”, ahí mencionas que cada vez que leemos, vamos siendo parásitos de eso que leemos. ¿De qué autores te consideras parásito?

-Pues yo creo que de muchos, inconscientemente de todos los que he leído alguna vez, yo creo que un poco más de los autores que me han marcado, en la poesía siempre he reconocido el trabajo de Luis Rogelio Nogueras, un poeta cubano, también como Roque Dalton o de Nicanor Parra, o más conocidos como Jaime Sabines, el primer poeta que leí, que me impacto. En cuanto a narrativa, pues yo creo que también he agregado de muchísimos autores, entre los que más reconozco está Alessandro Baricco, ahora he leído mucho a un autor mexicano que se llama Enrique Serna. Julio Cortázar sigue siendo uno de mis referentes sobre todo en novela, he trabajado por ahí algún libro mío de poesía con su novela “Rayuela. Son como mis referentes más inmediatos, actualmente leo mucho ensayo, leo muchas cosas científicas, estoy fascinado con la física y también estoy leyendo a Montaigne, un ensayista que me parece el creador de la idea del ensayo como tal, y es muy lúdico pero también es muy divergente, habla de todo y te lo puede decir de muchas maneras. Hay muchísimo de lo que he leído de lo cual puedo considerarme parásito.

En tus poemas, tomas aspectos cotidianos con los cuales puedes llegar al erotismo, así como lo grotesco  en algunas ocasiones, ¿cuáles son las cosas o tus musas que utilizas como materia prima para plasmar todo esto?

-Principalmente la vida cotidiana, creo que las musas son variables, de repente te puede gustar mucho una chica y después a la semana te gusta otra, así que en general de la cotidianidad, la musa puede llegar a ser incluso una cucaracha, puede llegar a ser una mosca. Mi primer libro se llama “Versus moscas y poetas”, la mosca es un caso muy particular en la construcción del texto, en la poesía todo es “poetizable” (sic), incluso una botella vacía o un servilletero o un salero.

Escribir es un acto violento, ¿a qué te refieres con esa frase?

-Yo creo que cualquier cosa que nos haga no conformarnos es una “violentación”, vivimos en un mundo en el que lo mejor es estarse quieto tanto para el sistema político como para nuestro sistema vital, siempre preferimos la calma, la tranquilidad, somos animales de hábitos, preferimos estar siempre tranquilos, calmados y cualquier cosa que saque de esa cotidianidad nos violenta tanto, insisto, en lo político y en lo personal, entonces en este caso yo me refiero a que escribir siempre va a ser un acto violento porque nos obliga a transformarnos, nos obliga a cambiar ese estado de reposo en un estado activo, y sacarnos de esa modorra que nos tiene la vida cotidiana.

¿Qué tal es la relación con tu música y tu poesía? Participaste en una banda de rock.

-Bueno mira Pariente y vecinos fue una banda que se disolvió hace como dos años, a mí siempre me ha gustado hacer música, en particular canciones, no soy muy bueno para  componer, pero me desquito con la letra. Este grupo surgió por esa necesidad de transformar algunas canciones que yo tenía, que tocaba luego con la guitarra, ponerles más cuerpo, hacerlas más sólidas, la banda nos gustó mucho tanto a mi como a los otros integrantes, no la pasamos muy bien y quizás algún día podamos volver a tocar. La música siempre me ha parecido algo mágico, alegre, pero la literatura me llena en otros aspectos que son los más importantes.

¿Cómo llegaste a violentar este aspecto de la música?

-Llegué a Morelia, procedente de Guanajuato, para estudiar la carrera de letras. Me quedé por acá con la intención de hacer música, siempre había querido hacer mis canciones, esa era como mi primera finalidad, mientras que la literatura como tal fue mi segunda opción. Cuando me di cuenta que el camino de la música era más complejo y que te obligaba a tratar con más personas, elegí la literatura, no me arrepiento, me va mejor en lo personal como en lo social.

Vemos que en tu trabajo estás relacionando las redes sociales, ¿cómo afecta eso en tu obra y en tu pensamiento?

-Es un ejercicio que hice hace mucho. Compré una botella, ni me acuerdo de qué y mientras me la estaba tomando estaba escribiendo en Facebook… me impuse escribir un libro mientras me acababa la botella, un libro que habla de la inmediatez, de cómo en redes podemos escribir, publicar y tener lectores inmediatamente y cómo se iba transformando con los comentarios que me escribían, fue un ejercicio interesante. Las redes sociales afectan mi literatura de muchas maneras, de entrada porque estoy inmerso en ellas, soy como cualquier persona de mi edad, que estamos diario en Facebook, en Twitter, vivimos incluso más tiempo en el mundo virtual y eso influye tanto en mi manera de pensar, como en mi manera de escribir. Buscamos incluso la inmediatez, la brevedad, buscamos ser escuchados de una manera más rápida que antes. He tratado de hacer cosas que están muy influidas por el medio virtual… hay un poema mío llamado “Poética del video jugador”, y hay algunos otros como de ese estilo donde retomo el lenguaje de las redes, de los videojuegos, para transformarlos en poesía. No estoy muy de acuerdo con algunos poetas que están haciendo una poesía muy contemporánea en la que utilizan emoticones o poemas gifs, creo que más que poesía como tal, sólo buscan un lenguaje diferente pero no alcanzan a reconfigurarse como poesía.

Hay un debate sobre la literatura contemporánea como la de John Green, Meyer, entre otros, ¿cuál es tu opinión respecto?

-Es un debate muy complejo, no me atrevería a decir que mientras se lea un libro cualquiera ya es algo, pero tampoco me atrevería a decir que es realmente basura, hablo en el sentido que la lectura en general la hace el lector, yo creo que un lector capaz, un lector profundo, de verdad lector va a poder sacar muchas cosas interesantes de cualquier lectura, desde Crepúsculo hasta la de Ulises de Joyce va a poder sacar cualquier cosa que necesite, sin embargo, no podemos decir que una obra como 50 sombras de Grey sea algo que valga la pena leer. Hay libros que se vuelven clásicos como La metamorfosis de Kafka, que lo puedes leer una, dos, tres, cuatro, cinco veces y siempre lo vas a disfrutar, siempre va a tener algo más que decirte, algo que no habías captado, en cambio, libros como los de John Green, quizás son buenos para los adolescentes, pero sí ese mismo adolescente los lee a los treinta ya no le van a gustar, el libro no madura con él, el libro se queda en la infancia. Debemos buscar libros que maduren a nuestro lado, que podamos seguir leyendo y que nos sigan dejando algo de esa lectura.

¿De qué forma han madurado tus obras?

-Yo creo que es algo complejo, tampoco es que yo tenga tantos años, pero ahora estoy buscando otras cosas, no me quiero estancar, estoy buscando una poesía un poco más parecida a lo que estoy haciendo, quizás a estás notas al margen que leíste, que le tira más a lo intelectual, no tanto al sentido de intelectual sinónimo de aburrido, que eso luego nos puede parecer en estos tiempos, más en el sentido de una búsqueda más conflictiva, una búsqueda de respuestas que tienen que ver más con el intelecto, y en la poesía que hacía hace unos años, que sigo haciendo ahora pero no es la búsqueda que hago ahora, la búsqueda no era tanto en el sentido intelectual, sino en el sentido vivencial, en el sentido de ¿qué mierda hago en esta vida?

¿Hubo momentos que escribiste de forma más vivencial?

-De entrada, la literatura siempre es una reacción a la vida, mis últimos libros publicados los escribí casi todos por el 2012, fue una etapa difícil en el sentido que  fue una etapa de la mala suerte, como si todos los días fueran martes 13, fue un tiempo que yo pasé casi siempre sin trabajo, estuve viviendo de prestado con mis amigos, me movía mucho, entonces decía: “bueno igual me regreso a casa con mis papás y termino siendo el cuarentón encerrado”, pero entonces, esas condiciones difíciles son las que llevaron a tener una poesía que buscara como esa vitalidad que estaba perdiendo en la vida cotidiana, va a sonar como a suicidio, pero como estás ganas de vivir que vas perdiendo en esa  cotidianidad que te va absorbiendo, yo las buscaba en la literatura, las buscaba renegando de ellas.

De acuerdo a como eras en Guanajuato y a tus planes ¿cómo se sienten estos cambios?

-Pues ya tengo muchos años aquí, siento que son muchos. Llegué en el 2005, así que ya tengo poco más de 10 años, entonces yo me considero más michoacano que Guanajuatense, al menos como creador, toda mi etapa creativa la he hecho acá, ¿Qué se siente? Ya me siento como en casa aunque allá está mi familia, voy a visitarlos, allá me siento más del extranjero ya a veces no reconozco cosas, las calles, pero digamos tanto Michoacán como Guanajuato y la literatura y la música, me pasé a la casa de la literatura y a la casa de Michoacán.

Respecto a la música ¿Qué se sintió ese cambio tan drástico de la música a la literatura?

-Creo que no es drástico, para mí fue más bien natural, yo llegue con la idea de ser músico, en ese entonces estaba muy de moda la trova, cosa que ya no está, yo quería ser algo así, incluso ya no me gusta tanto la trova, es como mi gusto culpable, en la preparatoria leía a Coello y escuchaba trova, ya no soporto un libro de Coello, casi no soporto la trova, conozco amigos todavía que hacen muy bien lo que hacen, entonces, yo digo que no fue un cambio radical sino un cambio natural, porque me di cuenta que no podía hacerlo tan bien como ellos, me di cuenta que escribir me salía mejor, y dije: bueno, quizás podría ser un músico medianamente bueno pero me gustaría ser mejor un poeta bueno. Lo siento como un fracaso de cierta manera, pero creo que también nos componemos de eso, de fracasar siempre en algo, si no, no seríamos buenos en lo que hacemos.

Cuando las preguntas terminaron, sucedió una conversación informal a la cual se unieron conocidos de José Agustín Solórzano, la luz se tornaba incandescente y de alguna manera había pasado tiempo, con un apretón de manos vino la despedida y sin más violencia literaria cada uno nos internamos en la ciudad por su cuenta.

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